Fotografía: Ofelia Gasque Andrés
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viernes, 26 de noviembre de 2010
lunes, 22 de noviembre de 2010
jueves, 18 de noviembre de 2010
Rocío II
Así es, ciertamente. Y nunca había reparado en el rocío que cubría la hierba. (Kangyu) |
En cada perla de rocío
tiembla
(Issa)mi región natal. |
En el blanco rocío me ejercito al paraíso. (Issa) |
Mi viejo cuerpo: una gota de rocío que ha crecido en la punta de una hoja. (Kiba) |
Sólo rocío es el mundo, rocío y sin embargo.... (Issa) |
miércoles, 10 de noviembre de 2010
lunes, 8 de noviembre de 2010
Senecio cineraria.
Cineraria gris (Senecio cineraria). Fotografías: Ofelia Gasque Andrés.
A menudo me pregunto el por qué elijo mostrar una imagen u otra o como es que me siento atraída por una planta o una parte de ella. La respuesta es siempre la misma, tiene que ver con una conexión instintiva con los ciclos de la naturaleza. Necesito el contacto con ella tanto como el aire que respiro.
Al saber que el nombre de esta planta estaba asociado a las cenizas, relacioné la decisión de publicar las imágenes con la fragilidad de la vida y la humildad que hemos de desarrollar ante nuestro paso efímero por este planeta. Y es otoño. Y además hoy huele a él y la piel pide abrigo, como la delicada franela que cubre las hojas de la cineraria gris.
Elvira fotografió sus flores intensamente amarillas.
martes, 2 de noviembre de 2010
Ayer
Ayer fuimos al bosque y encontramos una ermita y su cementerio.
Mientras Ramón leía las bellas palabras dedicadas a los que se van, yo fotografiaba las flores que crecían en el suelo.
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Y me acordaba que en mi familia tenemos la costumbre de brindar en las celebraciones por los presentes y los ausentes en señal de reconocimiento y amor.
Fotografías: Ofelia Gasque Andrés. |
domingo, 24 de octubre de 2010
martes, 19 de octubre de 2010
Higuera
martes, 12 de octubre de 2010
Mujeres
Cuando las Cabezas de las Mujeres se juntan alrededor del Fuego
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El futuro en un tiempo no existía. Cualquiera mayor de 25 era de una vejez no imaginada…y sin embargo…detrás de cada una de nosotras, nuestros ojos.
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Cuidamos y en el mejor de los casos nos dejamos cuidar.
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Nos casamos, nos juntamos, nos divorciamos. O no.
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Creímos morirnos muchas veces, y encontramos en algún lugar la fuerza de seguir. Bailamos con un hombre, pero la danza más lograda la hicimos para nuestros hijos al enseñarles a caminar.
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Pasamos noches en blanco, noches en negro, noches en rojo, noches de luz y de sombras. Noches de miles de estrellas y noches desangeladas.
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Hicimos el amor, y cuando correspondió, también la guerra. Nos entregamos. Nos protegimos. Fuimos heridas e inevitablemente, herimos.
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Entonces…los cuerpos dieron cuenta de esas lides, pero mantuvimos intacta la mirada.
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Para todas las brasas de mi vida, las que arden desde hace tanto, las que se suman al fogón.
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Fresia (Freesia x hybrida). Fotografías: Ofelia Gasque Andrés.
Texto: Simone Seija Paseyro
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martes, 5 de octubre de 2010
Gentiana campestris o ¿cómo se te ocurre florecer con el frío a la vuelta de la esquina?
A la Genciana no le interesan los prados cálidos y húmedos, busca la soledad y la altura de las zonas montañosas, elige el otoño para florecer y sus semillas germinan después de haber estado expuestas al intenso frío de las heladas. Hay pocas plantas que sean tan compactas y que crezcan con la solidez y confianza de la Genciana.
Hay unas 600 especies de gencianas, sus flores exhiben todos los matices posibles del azul y, en menor cantidad, del amarillo. Es una planta bianual que produce una roseta de hojas en el primer año. En el segundo, aparece un pequeño tallo de floración muy robusto es su base, cargado de pequeñas flores de color púrpura o violeta. Las hojas son lanceoladas y envuelven el tallo. Tienen cinco pétalos, aunque he encontrado zonas extensas de esta especie en el Pirineo y en Islandia con cuatro, como las de las fotografías. Aprovecho para pedir ayuda a l@s expert@s botánic@s y preguntar si es producto de la hibridación o es una subespecie.
El nombre genérico de Genciana viene, según Dioscórides, de Gentius, un rey versado en medicina que en el siglo II a.C. combatió una plaga de peste en Asia Menor con la Genciana. El motivo de la curación tuvo que ver probablemente con las propiedades antisépticas de la planta. Poseen un sabor muy amargo desde las raíces hasta la flor. Estimula la secreción de bilis, baja la fiebre, cura los trastornos gástricos y menstruales, hace desaparecer el cansancio, el frío y los dolores del costado. Hildegarda von Bingen la recomienda para los que padecen dolores cardiacos tan intensos que creen estar al borde de la muerte y Culpeper prescribía la genciana para los desmayos y las mordeduras de animales rabiosos o venenosos.
Era un remedio tan apreciado en la Antigüedad que llegó a extinguirse en algunas regiones. En los Alpes su extinción se debió a que también se empleaba en la elaboración de licores. Durante la Edad Media las gencianas fueron consideradas antídotos contra los gusanos blandos y blancos, los humores venenosos como la pus o la bilis negra y también la usaban para los hechizos amorosos. La esencia floral aporta confianza, optimismo y perseverancia cuando vivimos los reveses de la vida desde el desaliento, la amargura o el escepticismo.

En las regiones del Himalaya era venerada como reencarnación del dios Shiva. Al principio de los tiempos, cuando los dioses y demonios agitaron el océano primitivo, en su competición para obtener el elixir de la inmortalidad, lo que primero surgió del fondo del mar fue el mortal veneno del mundo. Ningún dios fue capaz de detener este abobinable veneno que amenazaba con aniquilar a todos los seres. Fue entonces cuando el Dios de los dioses despertó de su meditación y salvó al mundo bebiéndoselo de un trago. El veneno era tan corrosivo que su cuello se tiñó de azul. Mientras lo bebía, algunas gotas cayeron al suelo convirtiéndose en serpientes venenosas. Otras, sin embargo, se transformaron en hermosas flores azules que, al igual que el bondadoso Shiva, eran capaces de resistir cualquier veneno.
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